Los grandes olvidados del Nobel

Premios, galardones, condecoraciones, reconocimientos… más vale que te los den en vida o quedarás recluido a ese gran cajón de sastre: premio a una vida. Ese galardón que se otorga año a año a aquellos eternos segundones que siempre se quedan a las puertas de conseguir el preciado reconocimiento a su trabajo pero que, por h o por b nunca lo reciben. Existen muchos nombres olvidados en las grandes categorías de los premios estrella. Muchos personajes, que todo el mundo da por galardonados, pero nunca llegaron a subir a ningún escenario al oír su nombre desde un palco lleno de estrellas vestidas de gala.

Siempre se habla de los Oscar pero, en la categoría de ‘olvidados’, el Premio Nobel es el rey del Alzheimer. Así, existen casos realmente sangrantes en todos los campos. En las ciencias nos encontramos con un gran olvidado: George Gamow. Gamow explicó la física cuántica de la radiactividad, postuló la versión moderna del Big Bang, propuso que las estrellas brillan por reacciones termonucleares, descubrió el concepto de código genético, y con todo no fue digno para la Academia Sueca.

En literatura podemos comprobar que también existen grandes escritores, reconocidos ampliamente en vida que jamás fueron premiados por el gran rey del Alzheimer. Es el caso del gran poeta Pablo Neruda, Leon Tolstoi, Antonio Machado o el recientemente fallecido Miguel Delibes. Nunca ninguno de estos cuatro grandes referentes de la literatura universal, obtuvieron el reconocimiento de la Academia Sueca.

Pero si hay alguna categoría en la que ‘los grandes olvidados’ son más sangrantes es en cuanto al Premio Nobel de la Paz. En el momento en el que cualquier persona, de cualquier rincón del mundo piensa en un referente para la paz se vienen a la mente dos nombres: Martin Luther King y Mahatma Ghandi. Sin embargo, Ghandi no llegó nunca a conseguir el galardón, a diferencia de Yaser Arafat, Jimmy Carter o Al Gore (mucho más merecedores de ello)

Médicos y especialistas dicen que el Alzheimer llega siempre a una avanzada edad, cuando el cerebro comienza a desgastar su función y perder neuronas. Así, comienza a dejar de lado la lógica y olvidar lo que fue para convertirse en un mero títere a expensas de su entorno. Tal vez, tras cien años, haya llegado el momento de revisar las cuerdas que manejan el Nobel y cortar aquellas que vienen desde el exterior. Quizá cien años de integridad hayan sido suficientes, ¿no?


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